top of page

SINGLE POST

Varanasi


¿Porque será que de India surgió todo ese conocimiento sobre la mente, el cuerpo, la meditación y el yoga? ¿Porque será que en ese país nacieron los grandes sabios que revolucionaron nuestra noción de la mente y nos dieron el conocimiento para explorar nuevas dimensiones y posibilidades como seres humanos, nos indicaron el camino hacia la iluminación? Personas que dedicaron su vida a encontrar la paz y terminar con el sufrimiento humano. ¿Qué tiene de especial India que dio lugar a seres como el Buda, como Mahavira, Kabir, Ramana Maharshi, Ramakrishna, Nisargardatta, Osho, Aurobindo y tantos otros?

Desde hace miles de años muchísimas personas en este país han renunciado a lo material buscando solo una cosa, el despertar del sueño, la iluminación, la última expresión de la conciencia. Personas que han aceptado la pobreza, han dejado los placeres mundanos y lo han sacrificado todo solo por alcanzar ese algo invisible, eso que no se ve pero que le da todo el sentido a nuestra corta y preciosa vida humana. Es esa voluntad, esa capacidad de búsqueda interior, ese anhelo de lo divino, lo que le da a la India ese carácter tan especial. Por lo tanto no me extraña que miles de buscadores de todo el mundo vengan a este país, a pesar de su pobreza, su basura, su contaminación, a pesar de los estafadores, de los abusadores, a pesar de tantas incomodidades, porque en India hay algo que no se encuentra en otra parte. La India es muy rica en cultura, en monumentos, en bellezas naturales, pero la verdadera riqueza de India no se ve a simple vista, no la perciben los turistas que viajan en primera clase. Es invisible para quienes buscan hacia afuera porque el gran tesoro que esta tierra le ha dado al mundo está justo dentro del corazón de quienes la visitan. Cada vez que la he visitado, India me recuerda que la búsqueda de la verdad es lo prioritario.

India no es solamente una geografía o una historia. No es una nación, un país o un pedazo de tierra. Es algo mucho más: es una metáfora, es poesía, es algo invisible y a la vez muy tangible. India vibra en una frecuencia energética que no se siente en ningún otro país. Osho

¿Y porque al hablar de India inmediatamente viene a mi mente Varanasi? Varanasi, antes llamada Benares, es una ciudad que siempre está presente en mí. Es una de las ciudades más antiguas de India y en este lugar morir es importante. Muchos hindús tratan de terminar sus días en Varanasi porque si uno muere aquí se le considera muy privilegiado, se libera de su karma, se purifica, alcanza el nirvana y sale del ciclo de reencarnaciones. Por lo tanto a Varanasi acuden miles de personas ancianas, enfermas, moribundas, cuyo único deseo es acabar su vida aquí para ser purificados en el río más sagrado en la ciudad más sagrada de India.

Además de los que vienen a morir a este lugar, también acuden miles de turistas atraídos por esta ciudad donde se mezcla el misticismo con la muerte y lo fantasmal. Algunos extranjeros con solo llegar ya quieren salir de corriendo de ahí, es demasiado fuerte el contacto tan directo con la muerte, con la pobreza, la desolación. El rio está muy contaminado y la contaminación no es cualquier tipo de contaminación, ya que si uno se fija bien puede ver restos humanos a medio quemar en las orillas o flotando en el río. Otros en cambio sienten una fuerte atracción por esta antigua ciudad con su aire medioeval, llena de viejos castillos y templos que se alzan imponentes en las orillas del río, con sus estrechos callejones donde apenas puede uno caminar entre las vacas que acampan a sus anchas y donde el olor de la muerte siempre está presente entre el bullicio, los cánticos y las ofrendas.

En Varanasi todo lo importante ocurre en las ghats o escaleras que bajan al rio, que aquí y en todos los lugares donde hay ríos o lagos son el centro de la vida social y espiritual de la India. Hay más de 100 ghats en Varanasi y cada tramo recibe un nombre y tiene una función específica. En un tramo se bañan las mujeres y niños, en otro los hombres, en un tramo se creman los cuerpos, en el que sigue se lava ropa , otro tramo es usado para las vacas y en el que sigue como embarcadero... en el tramo central , el más importante se realiza cada noche la celebración del arti, la ofrenda al río del fuego sagrado, incienso, leche y cantos.

Por todas las ghats deambulan los sadus. De por si son extraños, pero en esta ciudad son todavía más chocantes, más extravagantes con sus vestuarios llamativos o con la ausencia de vestuario. La mayoría son muy delgados con marcas pintadas en la cara, con muchos colgajos, algunos con sus cuerpos blanquecinos embadurnados con la ceniza de los muertos. Hay sadus que llegan a ser entre cómicos, grotescos y temibles y si uno se atreve a verlos directamente, nos traspasan con una mirada que parece de fuego. Y sus miradas se vuelven todavía más fulminantes cuando se pintan el rededor de sus ojos con una pasta negra, semejando a una calavera…constantemente con su presencia y sus indumentarias insisten en que recordemos que este cuerpo es mortal.

La ventana del hotelito donde me hospedé daba justamente sobre un crematorio, por eso el hotel no estaba tan lleno y era barato… había un constante olor a carne quemada. Pero podía ver desde el río y los rituales de cremación. A cada rato ahí, justo abajo de mi ventana desfilaban muertos envueltos en mantos blancos con holanes dorados adornados con flores de cempasúchil. Eran acarreados sobre varas de bambú por varios hombres que cantaban lacónicamente “Naamo naamo satya hey!”....“inclínate ante la Verdad”. Al muerto lo acompañan solamente hombres, a las mujeres no las dejan acercarse al ritual de cremación, dicen que es porque son muy lloronas y parece que llorar no es de buen augurio. Cuando llegan a la orilla del río, bajan al muerto y antes de ponerlo sobre la pira de madera para quemarlo, lo meten al agua del rio. Es difícil imaginar que algo se pueda purificar con esa agua tan sucia, pero no es el agua misma lo que purifica, es el espíritu de la diosa en el río. Una tarde me tocó ver un muerto que estaba con medio cuerpo adentro del agua cuando un chivo se le acercó a comerle las flores de cempasúchil que lo adornaban. Se me hizo algo bastante irrespetuoso por parte del chivo pero nadie le daba mucha importancia hasta que un niño le dio un manotazo y lo espantó como quien espanta una mosca. ¿Qué podía saber el chivo de purificación o nirvana?… solo saboreaba las flores y eso para él era el nirvana!

Los pobres compran madera más barata y menos cantidad y por lo tanto a veces sus muertos no se alcanzan a quemar totalmente. Los que tienen más dinero creman a los suyos sobre una plataforma de cemento con mas cantidad de troncos y de una madera más fina… también entre los muertos existe la diferencia entre ricos y pobres. Día y noche arden los cuerpos, y día y noche podía ver a un grupo de sadus apostados ahí debajo de mi ventana, prácticamente viviendo en una plataforma de cemento. Uno estaba siempre semidesnudo, su cuerpo untado con la ceniza blanquecina de los muertos. A veces alguien se les acercaba a platicar o a pedirles que le hicieran una pooja. Podía ver que gran parte del día se la pasaban haciendo extraños rituales que no entendía. Estaban siempre ahí, calentándose alrededor de unas brasas y junto a ellos cinco perros callejeros y algunos chivos que también aprovechaban de calentarse con los muertos o de las brasas de los muertos. Agua , fuego y cenizas. Una síntesis descarnada de lo que somos. El espectáculo era... no sé qué palabra usar...demasiado!

Un día contraté a un barquero para hacer un recorrido por el sagrado río. Era una tarde nublada de invierno, oscura y fría y el Ganges se movía muy lentamente surcado por muchos botes llenos de peregrinos sobre los que volaban cientos de gaviotas. Sentada en la proa podía ver a las personas en las orilla, algunos bañándose con medio cuerpo en el agua, otros enjuagándose la boca y algunos hasta bebiendo el agua. Las vacas, chivos y changos deambulaban por las escaleras junto a tantos sadus y turistas. A mi lado los botes iban y venían, los barqueros de rostros muy oscuros y curtidos remaban silenciosamente llevando a personas envueltas en mantas oscuras. Había un extraño silencio, solo se escuchaba el lento golpeteo de los remos y los chillidos de las gaviotas. Por un momento recordé una escena de la Divina comedia de Dante en donde el barquero Caronte lleva a Dante y a Virgilio su anfitrión, hacia las puertas del inframundo, el barquero cruza el río Arqueronte llevando todas las almas condenadas al infierno. Me encontraba en esos pensamientos oscuros cuando de pronto divisé un pequeño bote a unos metros delante de mí. Estaba detenido en medio del río y además del barquero había un hombre de pie en el centro de la pequeña embarcación con un pequeño bulto en sus brazos. Lo tenía envuelto en una sábana blanca y amarrado con una gran piedra. Escuché que dijo algunas palabras y después dejo caer el pequeño bulto al agua….cuando vio mi cara de asombro mi botero solo dijo: -baby!- y después me explicó que los bebes y los sadus, no se queman, se tiran directo al río porque son puros, también la mujeres embarazadas tienen ese honor debido al bebe que llevan dentro. Mientras seguíamos avanzando lentamente río arriba no me podía quitar de la cabeza la imagen de ese nenito que se hundía en las oscuras aguas del Ganges. Me recorrió un escalofrió al pensar cómo se iba sumergiendo hacia las profundidades entre monstruos acuáticos que lo asechaban para devorarlo. Estábamos llegando frente a Manikarna ghat, el principal centro de cremación de Varanasi, lleno de cadáveres, de humo, de madera, de deudos y turistas…ahí se detuvo el barquero…para que yo viera, me dijo…para que no dejara de ver la muerte.

Tanto en México como en India hay un acercamiento muy especial con la muerte, pero la forma es diferente. En México se celebra a la “muerte” de una manera más simbólica, más abstracta, se le representa como una figura muy adornada, colorida y vistosa, se hacen versos y chistes alrededor de ella y se venera a los muertos que ya están bien muertos y enterrados… con sus fotos, ofrendas y altares. Pero aquí en India son los muertos mismos los que se muestran; estos son muertos más vivos, más reales, muertos que desfilan bajo el balcón , muertos que huelen a muertos, huele su pelo cuando se chamusca, huele su carne y sus huesos cuando arden, restos de muertos a medio quemar en el río, muertos que se tambalean en sus literas cuando los transportan por las calles, muertos amarrados con una piedra y lanzados al río... por las calles atestadas de Varanasi me tocó ver un muerto subido en el techo de una moto taxi, iba ahí arriba, a toda velocidad, bien amarrado junto a sus deudos que viajaban todos apretados en el interior del vehículo, en su último viaje por esta tierra.

Aquí la muerte es tal cual, descarnada, brutal, y natural…no adornada, caricaturizada o idealizada. Por eso Varanasi es su lugar único, una ciudad que pertenece más a los muertos que a los vivos, una ciudad que está entre este mundo y el otro. Por eso cuando la recuerdo tengo sensaciones encontradas, se me contrae el corazón, me atrae y me asusta a la vez, pudiera decir que me pasa algo semejante a lo que me sucede con la muerte…me da miedo y no quiero pensar en ella, pero a la vez en lo profundo sé que siempre está presente y que silenciosamente de alguna manera rige mi vida. Me da miedo mi propia muerte, saber que voy a desaparecer, que un día el árbol que está fuera de mi ventana seguirá existiendo y yo no voy a estar para admirarlo.

y muy en el fondo siento una extraña atracción por su inmenso misterio y su promesa de paz.

El día que me fui de Varanasi, el tren se retrasó, se suponía que salía a las 2pm y salió hasta las 8 de la noche, se suponía que haría 13 horas a Delhi e hizo 19, dicen que era por la neblina. La estación de Varanasi estaba a reventar, había miles de personas sentadas o durmiendo en el piso del hall de la entrada porque sus trenes se habían cancelado y no tenían donde quedarse. Yo estaba cansada y molesta, me cuesta aceptar esos inconvenientes, esa incomodidad, una parte mía dice que no es justo, que las cosas deberían de marchar bien, que los trenes deberían de salir a la hora!

Ya de noche, dentro del tren, esperando a que por fin partiera, vi en la plataforma de salida justo frente a mi ventana, una mujer humilde con sus dos hijitos pequeños sentados en el piso. Se veían muy pobres, casi sin pertenencias. De pronto uno de los niños extendió una sábana sucia en el piso, y por un rato los dos jugaron contentos sobre ella, como dos monitos muy morenos y muy delgados. Después se abrazaron muy sonrientes y se acostaron tapándose con una frazada raída color tierra. La mama esperó todavía un rato y después también se acostó, metiéndose entre sus hijitos. Los tres envueltos y totalmente tapados, formaron un bulto en el piso de cemento y si no los hubiese visto antes, nunca hubiera imaginado que adentro de eso que parecía un saco café sin forma había tres personas; ese pedazo de estación era su casa y allí se quedaron dormidos mientras mi tren por fin se alejaba lentamente. Les eché una última ojeada y en vez de sentirme por fin aliviada, de pronto me sentí tan ridícula con mi cansancio, mi impaciencia, mi enojo, mi idea de la justicia. ¿y para nosotros, donde está la justicia? parecían preguntarme ellos debajo de su cobija raída.

Que es justo y que es injusto… ¿es injusto que esa viuda negra debajo de la maceta que estoy viendo en este momento haya atrapado una mosca y la esté envolviendo para matarla? Muchas veces lo que es justo para uno es injusto para el otro, y mientras más queremos penetrar en ella, la palabra justicia va perdiendo su sentido y se vuelve simplemente un concepto más. Un concepto que inventamos los humanos para vivir entre nosotros en un mundo donde pareciera que más bien prevalece la injusticia.

Y yo que aprendí a valorar y relacionarme con el mundo desde lo que es justo e injusto, me irrito cuando alguien no me atiende bien, cuando me estafan y me roban y cuando los trenes se retrasan y cuando veo que los niños son abusados y los políticos son corruptos… y por lo visto no aprendo porque me sigo irritando! Rumi escribió esta frase que me ayuda a ver lo inútil de mi irritación: ¿Si cada vez que alguien te pule te irritas, como pretendes brillar algún día?


bottom of page